Lenguaje deshumanizante usado con los esclavizados en Estados Unidos aún se oye en la actualidad

Nunca olvidaré haber visto a Kunta Kinte en la miniserie de televisión de 1977, “Roots”, luchando por mantener su nombre mientras la vara de un capataz caía una y otra vez sobre él.

Su determinación era un recordatorio brutal de cómo los colonizadores blancos utilizaron el lenguaje para transformar a las personas negras en mercancías: compradas, vendidas, transportadas y despojadas de sus identidades. A través de “Roots”, fui testigo de cómo la esclavitud estaba diseñada para deshumanizar a las personas negras y marcarlas como productos.

Ese recuerdo resurgió durante la Semana Santa, cuando el presidente Donald Trump emitió un mensaje festivo llamando a los inmigrantes asesinos, narcotraficantes, prisioneros peligrosos, mentalmente insanos y maltratadores de sus esposas.

La Voz Chicago WhatsApp

Encuentra más noticias en nuestro canal de WhatsApp. Síguenos.

En una publicación en redes sociales, millones de personas que buscaban seguridad y oportunidades fueron transformadas en una amenaza monolítica, cada etiqueta despojándolas sistemáticamente de su humanidad y reduciéndolas a caricaturas peligrosas dignas de miedo en lugar de protección constitucional.

Esta deshumanización se materializó en el caso de Kilmar Abrego García, quien fue deportado por el gobierno de Estados Unidos en lo que los funcionarios calificaron como un “error administrativo”. El presidente salvadoreño Nayib Bukele declaró durante una reunión con Trump que no regresaría a Abrego García a Estados Unidos a pesar de una orden de la Corte Suprema de los Estados Unidos .

Incluso cuando el senador Chris Van Hollen, demócrata de Maryland, se reunió con Abrego García en El Salvador, la postura de la administración de Trump no ha cambiado. De hecho, cuando se le preguntó sobre la decisión de la Corte Suprema, el funcionario de la Casa Blanca Stephen Miller declaró fríamente: “Él no tiene derecho legal a estar aquí … Depende de El Salvador cuál será el destino de sus ciudadanos”.

En un instante, un ser humano con derechos legales se convirtió en un error clerical, luego en un problema extranjero que se debe descartar.

Como académico de la alfabetización, sé cómo se utilizan las palabras de manera estratégica para deshumanizar.

Los estudios demuestran que los colonizadores blancos usaron palabras como pagano, bruto y salvaje para justificar la esclavitud.

Mi propio trabajo revela cómo las etiquetas deshumanizantes para las mujeres y niñas negras llevan directamente a la violencia.

Estas maniobras lingüísticas también impregnan el sistema de inmigración. Todd Lyons, director interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE), comparó recientemente la logística de la deportación con “Amazon tratando de hacer que tu entrega de Prime llegue en 24 horas … Intentando averiguar cómo hacer eso con seres humanos”.

Las personas son reducidas a paquetes, sus vidas a logística de distribución.

Durante la visita de Bukele, Trump dijo: “También tenemos criminales locales que empujan a la gente a las vías del tren, que golpean a ancianas en la cabeza con un bate de béisbol… que son monstruos absolutos. Me gustaría incluirlos en el grupo de personas que hay que sacar del país”.

Etiquetar a los ciudadanos como monstruos crea una clase de personas con humanidad disminuida y derechos revocables, mientras que la palabra “local” sugiere algo que puede ser arrancado, en lugar de una persona que pertenece.

La académica en comunicaciones Isabella Gonçalves ha demostrado que tales técnicas retóricas reducen la empatía y aumentan la agresión hacia grupos marginalizados.

A través de manipulaciones lingüísticas, los ciudadanos se convierten en no ciudadanos, los humanos en monstruos. Los derechos y la ciudadanía se transforman de garantías constitucionales a privilegios condicionales basados en comportamientos considerados aceptables por quienes están en el poder. La ciudadanía se vuelve revocable, el hogar se convierte en temporal, y la condición de persona se vuelve contingente.

El caso de Abrego García revela la maquinaria detrás de las etiquetas. Primero, la persona es despojada de derechos legales a través de un supuesto error. Luego, cuando la corte más alta ordena su regreso, se le reclasifica como terrorista, una etiqueta que justifica la separación continua de su familia. Finalmente, cuando se le pregunta, los funcionarios se lavan las manos de la responsabilidad, alegando que la jurisdicción termina en la frontera.

Este lenguaje corrompe nuestra imaginación moral colectiva.

Los científicos cognitivos han descubierto que el lenguaje deshumanizante altera fundamentalmente cómo percibimos a los demás, llevándonos a negarles capacidades mentales complejas e ignorar su capacidad de pensar y sentir. Cuando alguien acepta términos burocráticos para el desplazamiento humano, se vuelve insensible, viendo cifras en lugar de rostros, casos en vez de vidas que están siendo destrozadas.

Pero las personas no son errores que se deben corregir o ignorar a conveniencia. Sus historias no pueden ser etiquetadas y archivadas. Sus identidades no pueden ser editadas para ajustarse a agendas políticas. Abrego García no es un error, un terrorista o un problema extranjero. Es un padre de familia, un trabajador y un miembro de la comunidad con derechos constitucionales que han sido infringidos.

En el momento político actual, cuando los mensajes de Pascua transforman a los inmigrantes en criminales y los funcionarios del gobierno desestiman a los seres humanos como errores administrativos, la lucha de Kunta Kinte nos recuerda que cuando alguien permite que el lenguaje racista y etnocéntrico empaquete a las personas —ya sea a través de la esclavitud, la deportación o la eliminación burocrática— todos participamos en un legado de deshumanización.

Pero las personas no son objetos, y sus derechos no son negociables. Debemos rechazar el lenguaje de la deshumanización porque, al hacerlo, protegemos la esencia misma de lo que significa ser humano.

Stephanie R. Toliver es profesora asistente de currículum e instrucción en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign y becaria de voces públicas con The OpEd Project.

The Sun-Times recibe cartas al editor y artículos de opinión. Consulta nuestras directrices.

Las opiniones y puntos de vista expresados por los colaboradores son personales y no reflejan necesariamente los del Chicago Sun-Times o cualquiera de sus afiliados.

Traducido por La Voz Chicago con inteligencia artificial (AI)

(Visited 1 times, 1 visits today)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *